Esta colaboración se basa en el podcast “Why Is Trump So Into Crypto?” de The Atlantic, con la participación de la periodista Annie Lowrey, que ofrece un análisis rigurosamente documentado sobre el sorprendente viraje del Presidente Donald Trump: de crítico implacable de las criptomonedas en el año 2019 —a las que calificaba de “basadas en aire”— a promotor entusiasta de un ecosistema que hoy impulsa desde la Casa Blanca.
Inversiones de la familia Trump
El punto de partida es la inversión personal y familiar de Trump en activos cripto: desde la creación de sus propias “meme coins” $TRUMP y $MELANIA, hasta participaciones en empresas de minería de Bitcoin y la creación de la cripto-empresa World Liberty Financial.
Lo que en un primer momento parecía un arrebato oportunista ligado a la moda del “tokenismo” (esto es, la transformación de todo tipo de activos en fichas electrónicas o “tokens”), pronto se convirtió en política de estado.
La administración de Trump ha propuesto la creación de una “reserva estratégica de criptomonedas” que alcanzaría un valor de mercado de cien mil millones de dólares, además de impulsar proyectos de ley para reclasificar los activos digitales en nuevos tipos de valores para con ello desmontar buena parte de la supervisión de la SEC (Securities and Exchange Commission) y otras agencias reguladoras.
Repliegue regulatorio
Este repliegue regulatorio, alerta Lowrey, no responde a una visión económica de largo plazo sino a intereses políticos y de lucro: legitimar un mercado volátil, con alto potencial de especulación y sin flujos de efectivo subyacentes, trasladando el riesgo que implica la alta volatilidad de las criptomonedas hacia el contribuyente estadounidense.
En la práctica, disminuir los requisitos de divulgación de información y reforzar las exenciones para los emisores cripto habilita tácticas de “arbitraje regulatorio” (es decir, transformar o dirigir los negocios hacia aquellas industrias que cuenten con la regulación más favorable) por parte de grandes inversionistas que podrían replicar, según el podcast, prácticas de alto endeudamiento similares a las que detonaron la crisis hipotecaria del 2008.
La analogía entre las criptomonedas y los “credit-default swaps” de la década de los 2000 que plantea Lowrey en su entrevista no es casual: al igual que el dinero digital, estos últimos son instrumentos financieros complejos, cuyo valor descansa en juicios de valor más que en la teoría económica.
Al confluir con los sistemas bancarios tradicionales —a través de fondos cotizados en bolsa (los ETFs), la creación de custodios de operación mixta (es decir, que custodian tanto acciones como bonos y criptomonedas), así como la proliferación de contratos de derivados con base en criptos— la amenaza de contagio entre las finanzas digitales y las tradicionales se vuelve muy real.
Si una caída repentina derrumba el precio de Bitcoin y sus pares, ya no será solamente una sacudida para los criptofondos (ya hay muchos ETFs basados en criptos): arrastraría portafolios de pensiones, hipotecas y créditos al consumo expuestos a esos mismos activos.
Auge de fraudes y estafas
En paralelo, el episodio documenta un preocupante auge de fraudes y estafas involucrando al dinero digital: desde esquemas piramidales clásicos hasta sofisticados ataques de “rug pull”, donde creadores de criptomonedas desaparecen tras recaudar decenas de millones de dólares.
El cierre efectivo de la Consumer Financial Protection Bureau alentado por la administración Trump —una entidad similar a la CONDUSEF mexicana y que hasta hace poco intervenía para apoyar a las víctimas de prácticas financieras abusivas— agrava la situación. Sin supervisión robusta, los usuarios más vulnerables de las criptos quedan abandonados a su suerte en un mercado que se jacta de ser “descentralizado”, pero que carece de mecanismos eficaces de reparación y transparencia.
Amenazas a la seguridad nacional
Otro capítulo crítico que aborda el podcast es el de la seguridad nacional. El ataque del grupo de hackers conocido como “Lazarus Group”, vinculado a Korea del Norte, contra la cripto-bolsa denominada “Bybit” con sede en Dubái, expuso no solo la fragilidad tecnológica de muchas plataformas, sino la posibilidad de que grandes volúmenes de criptomonedas caigan en manos de estados adversarios.
Peor aún: la hipotética adopción masiva de blockchains privadas por parte del propio gobierno de Estados Unidos —al amparo de la nueva política pro-cripto— podría abrir las puertas de ese país a los denominados “ataques del 51%”, es decir, manipulaciones de software que permitan a los hackers tomar el control de una blockchain y comprometer con ello la integridad de transacciones realizadas por el gobierno americano en ella.
En su conjunto, el relato de The Atlantic ofrece una advertencia contundente: la integración de las criptomonedas en la política fiscal y monetaria de EE.UU., impulsada por un presidente cuyo compromiso cambió al compás de sus intereses personales, podría desestabilizar no solo a ciertos mercados de nicho sino a la estructura misma del sector financiero.
Sin una regulación coherente, los beneficios —en forma de innovación tecnológica o inclusive eficiencia transaccional— son insuficientes para compensar los peligros de una exposición masiva y descontrolada al dinero digital.
Nuevas paradojas
Resulta paradójico que las criptomonedas prometían una alternativa al dinero emitido por gobiernos, así como un sistema financiero paralelo gobernado por código abierto y consenso descentralizado. En cambio, han devenido en un activo especulativo, sujeto a picos de volatilidad que superan con creces a las variaciones de los mercados bursátiles tradicionales.
La ausencia de flujos de efectivo define a Bitcoin y sus homólogos como activos cuyo único valor radica en la convicción de que otro inversor pagará más caro el día de mañana por adquirir el mismo activo. Esa dinámica de “juego de la oca” financiera condena al sistema a ciclos de auge y quiebras que pueden propagarse más allá de los grandes inversionistas y afectar al ahorrador común.
En este escenario, la responsabilidad política y académica cobra un nuevo carácter. No basta con lamentar un eventual “derrumbe”; es indispensable diseñar marcos de supervisión que permitan integrar la innovación sin trasladar todo el riesgo al consumidor final. La creación de un corredor regulado de activos digitales, con estándares de divulgación y reservas de capital adecuados, sería un paso intermedio antes de autorizar un gigantesco fondo público de reserva de criptomonedas.
Nuevas responsabilidades
La entrevista subraya que la adopción de blockchains puede ofrecer mejoras tangibles: trazabilidad en la cadena de suministro, liquidaciones casi instantáneas y contratos inteligentes que ejecutan instrucciones automáticamente. Pero para eso hacen falta normas precisas, interoperabilidad entre redes y garantías de custodia que, hoy por hoy, brillan por su ausencia en las propuestas legislativas de la Casa Blanca.
Además, la concentración de poder que surge cuando ciertas plataformas dominan el mercado global de cripto-bolsas contradice el espíritu original de descentralización de las criptomonedas. Con pocos jugadores controlando volúmenes diarios de miles de millones de dólares, los riesgos de censura o bloqueo de transacciones adquieren una dimensión política preocupante.
Desde la perspectiva de política pública, el debate debe trascender la retórica “pro-innovación versus anticapitalista”. Las decisiones que se tomen en fechas próximas por el gobierno y el congreso estadounidenses definirán la estabilidad de los mercados financieros durante décadas. Una aproximación prudente, que equilibre acceso al mercado con salvaguardas al consumidor y al sistema, es la única forma de evitar que un eventual “cripto invierno” de efectos sistémicos deje una terrible estela de quiebras.
Gran labor de Annie Lowrey y su equipo
Me parece que la periodista Annie Lowrey y The Atlantic realizan un servicio público al desmenuzar con claridad cada uno de estos temas, sin caer en dramatismos ni anécdotas sensacionalistas. Su rigor periodístico—al citar casos concretos de fraude, brechas de seguridad y propuestas legislativas—dibuja un mapa preciso de un territorio aún poco explorado por los reguladores pero muy politizado por intereses privados.
En suma, si bien las criptomonedas ofrecen un terreno fértil para la innovación financiera y tecnológica, su adopción a gran escala sin un andamiaje regulatorio robusto equivale a incendiar un bosque esperando que el fuego traiga nuevas semillas.
El episodio “Why Is Trump So Into Crypto?” de The Atlantic expone, sin sutilezas, el riesgo de convertir a la Casa Blanca en cómplice involuntaria de un sistema en el que predomina el lucrativo negocio de los intermediarios ocultos y las apuestas especulativas.
Queda, para el ciudadano y el legislador, la responsabilidad de exigir transparencia, límites claros y mecanismos de remediación ante abusos. Solo así se podrá aprovechar el potencial disruptivo de la blockchain sin hipotecar el patrimonio colectivo. The Atlantic y Annie Lowrey han expuesto las claves: ahora corresponde a la sociedad y sus representantes en el poder legislativo actuar con prudencia y visión de largo plazo.
Precio de Bitcoin de hoy
Puede ver el precio de hoy de Bitcoin aquí, así como también el precio de hoy de Ethereum y de las principales criptomonedas. Por Emilio Carrillo Peñafiel, abogado especializado en temas de financiamiento, tecnología y M&A. X: @ecarrillop; página web: pcga.mx. Las opiniones expresadas son personales del autor y no constituyen recomendaciones de inversión; las inversiones en tecnologías novedosas son de muy alto riesgo y cabe la posibilidad de que todos los recursos destinados a ellas podrían perderse.